guiándome con el corazón

Hoy es 14 de febrero y no es que sea adepta de San Valentín (que rascándole un poquito me remite a ritos de fertilidad o algo así) pero reconozco que sí soy muy ñoña. Tal vez debido a que año con año, mi padre se encarga de recordarme que es día de mi santo y todo su trip de inculcarme aquello de "valere" ser fuerte y valiente... Al comienzo de mi práctica yóguica hice una reflexión con mi amigo ST respecto a la implicación que ha tenido eso de llamarme Valentina (mi nombre legal) y aprender a sacar valor y coraje desde muy muy chavita. Con el tiempo, esto de sacar la casta se convirtió en una especie de conjuro toda vez que no lograba mirar los puentes que me condujeran a nuevas experiencias -no sólo las dolorosas- a escenarios desconocidos o simplemente en momentos de confusión o duda y así poder elegir. Cabe aclarar que compredí la lección con el extraño mensaje de que sólo en mis manos estaba la posibilidad de transformar lo que fuera, lo que fuera... Con el tiempo descubrí algunas desventajas de esta perspectiva que de algún modo me ha brindado apertura y la posibilidad de formular un despliegue de seguridad a cada paso. La cuestión es que viene acompañada de una carga de responsabilidad pesadísima y una constante sensación de soledad, por decir lo menos. Sin embargo, de a poquitos, he logrado optimizar la fuerza de esta evocación pues principalmente me ha brindado el maravilloso regalo de atreverme a sacudir el miedo que paraliza y que censura el deseo de probar, de conocer, de aprender, de experimentar, de compartir, de desestructurar y reconstruirse... de vivir intensamente. En respuesta a lo anterior, mi querido amigo yogui, escribió lo siguiente:
La fórmula para no pegarme semejante pasón emocional, para mí, es precisamente una disciplinada higiene yóguica. La constancia nunca ha sido mi punto fuerte, y a veces dejo pasar un par de días, pero entonces siento como las velas se ponen guangas, el casco empieza a crujir, el timón empieza a vibrar y el viento se arremolina, y entonces me acuerdo,me levanto en la madrugada, me paro de cabeza y ya: un poco de esfuerzo y al rato ahí voy navegando otra vez. (...) Luego viene otra pregunta: una vez que domino la técnica de elevar mi estado y conseguir que la cosa se comporte, ¿entonces qué? o sea, ¿qué hago con eso? Y ya para estas alturas ni se me ocurre preguntarle a mi mente su opinión al respecto. La mente es el timón y el aparejo, claramente, pero no tiene ningún sentido esperar que el timón resuelva solo cuál es el curso que quiero seguir, a menos que no me interese en absoluto a dónde voy a llegar. Ahí es donde entra el Guru. Él es el rumbo, el destino y el timonel. Y entonces todo es tan suavecito. Ya ni siquiera hay razón para preocuparse. Eso es lo que yo entiendo por sacar la casta, pues. En cuanto a tí, pues tendrás que andar tu camino ¿no? Y si te puedo aconsejar algo sería que permitas, que te guíes con el corazón, que cuestiones todo, que encuentres tu propia verdad, y por supuesto que te mantengas a una altitud suficiente, para sostener a tu gracia, belleza e inteligencia por encima de la conmoción, la locura y la inestabilidad. Ya te queda claro cómo se hace, y es perfectamente normal que tu mente quiera preguntar si de verdad eso es bueno y no es sólo una forma de autoengaño o evasión, pero también es perfectamente evidente que se trata de una pregunta necia. Si la devoción derrite tu corazón, si eres capaz de sentir el amor de tu alma por el Señor, si la dulzura del néctar del nombre de Dios hace que llores de felicidad, pues entonces da gracias y relájate. Eso va a estar contigo en cada momento de tu vida, de hecho ya ha estado ahí, y nada que puedas hacer o dejar de hacer lo va a cambiar. Como te decía, relájate y tómalo con calma; no fuerces nada, deja que solito se vaya estirando lo que se tenga que estirar, que se resuelvan las resistencias, y disfruta la postura. Ven a cantar cuando quieras con los que gozan al meditar en el Waheguru, y a ver si tiene sentido lo que dijo Nanak, que ese estado es accesible a todos, por que así estamos hechos, porque el creador y la creación son Uno, y que esa es la casta a la que pertenecemos, y la que hay que sacar. Y otra cosa más, si de pronto te sientes toda santa e iluminada, respira profundo y vete a bailar salsa un par de horas, al menos. Yo lo haría, pero como se me dificulta la salsa, lo que hago es meterme un capuchino bien cargado.
Con ello celebro el gusto de estar experienciando -válgame el anglicismo- Kundalini Yoga, descubriendo cada día que el camino está lleno de fuertes retos y lecciones intensas y que afortunadamente con el dulce néctar del Guru todo se pone más suavecito. Amrit es el dulce que se produce mediante la repetición del nombre de Dios y curiosamente también es actualmente mi nombre espiritual: Siri Amrit Kaur. Todo esto me llevó a descubrir que otro querido amigo Sat Dharm Singh Khalsa, publicó este texto que rescato a propósito de yoguis, barcos y estar siendo Siri Amrit Kaur. The Guru is the Boat by Nirmal Singh Khalsa The Guru is the boat that carries you across the world-ocean. I bet you have heard this before. Well, I have too. It was just the other day after I had been assigned to investigate the inspirational qualities of the 10 Gurus, I was reading those lines with Guru Boat and ocean, when this thought sprung into my mind: If the Gurus are all boats, what kind of a boat would they be? (texto completo)

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